«¿Se veían estrellas en el cielo? Dejé el libro, me planté delante de la puerta con la chaqueta por encima de los hombros. Según lo que estaba leyendo, el noventa por ciento de la población de Europa occidental no puede admirar un verdadero cielo estrellado, pues nuestra luz artificial ha ensombrecido el firmamento. Es cierto que en el Espacio domina la oscuridad, pero, ya que estamos hechos de la materia de las estrellas, sería estupendo poder contemplarlas.»
En Las sutiles paredes de la vida Nina Burton vuelca sus memorias sobre el tiempo que pasó renovando la cabaña de su difunta madre en el campo sueco, y todas las especies que encontró durante su estadía.
¿Sabías que hay más hormigas en total que la cantidad de segundos que han pasado desde el Big Bang? ¿Y que en relación a su tamaño, sus ciudades hormigueros pueden ser más grandes que Londres y Nueva York? ¿O que el instinto migratorio de un ave es tan fuerte que una cigüeña herida una vez escapó de su cautiverio y fue encontrada seis semanas después de haber caminado 150 kilómetros, siguiendo a pie la ruta migratoria de su rebaño? Lo que comienza con una renovación de la cabaña se convierte rápidamente en una exploración de la naturaleza, la vida y la filosofía, en la que Nina Burton revela la vida interior y los hábitos hasta ahora desconocidos de los animales con los que comparte sus días.
En las paredes, en el techo y en el suelo y en el jardín que rodea la cabaña, se encuentra con hormigas, abejas, zorros, ardillas, mirlos, tejones, palomas, ciervos y la autora reflexiona con una curiosidad contagiosa sobre su papel en este mundo y sobre el misterio de la vida.