«Los locos años veinte», «the roaring twenties», «les années folles», «die goldenen wilden Zwanziger», «i selvaggi anni venti» son términos que califican una época que, salida de los horrores de la guerra y de una no menos nefasta pandemia ?la mal llamada «gripe española»? se lanzó a recuperar una alegría de vivir que hacía borrón y cuenta nueva del recuerdo, del ayer, de la tradición, sobre todo artística, e incluso de la conciencia. A pesar de las mutuas ansias de revancha con las que los países europeos habían salido de la guerra, todos ellos tenían un común denominador: sus traumas. Tanto la derrota encajada como la victoria conseguida habían costado sangre y sufrimiento. Por eso el hombre de posguerra se entregó a una vida trepidante al margen de lo racional. Se traspasaba la línea que separaba el bien del mal, se ensayaban nuevas vías de expresión artística y se sancionaba lo dionisíaco como valor. Por eso, para describir sus desorientados comportamientos sociales se ha hablado de «irrupción en el caos», de «baile sobre el volcán», de «paseo por el filo de la navaja». Negando los valores de antaño, se