El desastre castellano en la batalla de Alarcos se convierte en una espina clavada en la conciencia no solo del rey Alfonso VIII de Castilla, sino de todos los castellanos. Para contrarrestar el potencial almohade proveniente tanto del norte de África como de la propia Península, el rey castellano necesita apoyarse en todos los reinos cristianos que estén dispuestos a sumarse a esta empresa. Este abierto enfrentamiento lleva a decenas de miles de hombres, musulmanes y cristianos, a plantarse, al amanecer del día 16 de julio de 1212, unos frente a otros, en el enclave que los siglos venideros dieron en llamar Las Navas de Tolosa. Esta batalla, hasta el momento la mayor confrontación entre la Media Luna y la Cruz, no se limitó a un enfrentamiento puramente religioso entre los seguidores de Cristo y Alá ni a influenciar en el desarrollo de los reinos peninsulares, sino que marcaría el devenir de toda la civilización europea: continuar avanzando sobre los valores y costumbres cristiano-romanas o integrarse en el Islam. Esta es la historia de cómo la voluntad de Alfonso VIII de Castilla, contra todo pronóstico, c