La revolución portuguesa del 25 de abril de 1974 acabó de manera pacífica con una larga dictadura, un régimen ineficaz anclado en la represión y en viejos delirios imperiales, gracias a la acción de trescientos capitanes idealistas, que pretendían democratizar Portugal y acabar con sus guerras coloniales en África. Los claveles en las bocas de los fusiles o la canción Grândola, vila morena, no tardaron en dar la vuelta al mundo.