A lo largo de las últimas décadas la historia ha encontrado un nuevo espacio de difusión y de representación en las pantallas de toda clase de dispositivos digitales conectados a internet, desde los smartphones a las televisiones o los ordenadores. El acceso a fuentes primarias, a narrativas de ficción de temática histórica o a trabajos académicos sobre el pasado es cada vez más sencillo y consecuentemente, en ocasiones, también más confuso, confirmando en parte la máxima benjaminiana de que la historia es objeto de una construcción cuyo lugar no es el tiempo homogéneo y vacío, sino el colmado por tiempo-ahora.