Desde el mismo instante en que las tropas franquistas entraron victoriosas en Madrid I en marzo de 1939, los tribunales militares cursaron órdenes de detención contra miles de republicanos, comunistas, socialistas y anarquistas. Tras los juicios sumarísimos, se produjeron los primeros fusilamientos en las tapias del cementerio del Este (actual cementerio de La Almudena). Aquellos siniestros años de posguerra estuvieron marcados por el miedo, el hambre y el estraperlo. En 1945, al finalizar la Segunda Guerra Mundial, un cinturón de pobreza rodeaba la ciudad. La falta de vivienda social y el escaso pulso industrial no ayudaban a reforzar esa imagen de desarrollo y recuperación económica que pretendía transmitir la dictadura. Los nuevos vecinos, que se asentaban en chabolas miserables del Puente de Vallecas, La Elipa o el Pozo del Tío Raimundo, contrastaban con los madrileños que disfrutaban en la sala de fiestas Pasapoga o en la coctelería de Perico Chicote en la Gran Vía, a donde acudían las rutilantes estrellas de Hollywood que rodaban películas en España, como Ava Gardner, Yul Brynner o Charlton Heston. Ade