«En la Hermandad se ora y se trabaja mucho. Estoy contento de los operarios. Solamente nos falta sangre de martirio. Hacen falta operarios mártires. El día que los tengamos, la labor de la Hermandad será fecunda y magnífica». Estas son las inolvidables palabras que, pocos días antes de su propio martirio, el beato Pedro Ruiz de los Paños dirigió a un grupo de compañeros durante los ejercicios espirituales.
Treinta miembros de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos entregaron su vida como mártires entre 1936 y 1938. Fieles a su vocación, fueron testigos del sacerdocio de Cristo, único Mediador entre Dios y los hombres, y de su propio sacerdocio, pues en el martirio culminaron la oblación de la propia existencia, el don total de sí a Dios y a su pueblo.
Estos sacerdotes, todos ellos formadores de seminaristas, acreditaron lo que enseñaban en los seminarios. Su gesto martirial se convirtió en la última predicación que dirigieron a sus alumnos, auténtico testimonio de entrega para que ellos vivieran su futuro ministerio como ofrenda de una existencia en favor del pueblo encomendado a su cuidado.
Carlos Comendador Arquero ha preparado este Martirologio de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos, obra coral porque en ella han colaborado muchos de forma generosa. También es un elocuente testimonio profético sobre el seguimiento de Jesús hasta la cruz, culmen de la vida cristiana.