Un libro donde la presencia de lo rural y lo urbano nos hará sonreír. Mi vecino Blas González de la Fuente escribe poesía y narrativa y viene publicando, desde hace tiempo, y en libros que demuestran la voluntad y la vocación de quien tiene la necesidad de expresar un mundo interior que, en la escritura, vierte también el mundo propio de un estilo, una forma de ver la vida y hasta el significado de la misma. Supongo que son muchas las razones de esa vocación que suele nacer de la necesidad y que en la inspiración revela sensaciones y emociones variadas, lo que da cuenta no solo de lo que se siente, también de lo que se piensa y de lo que imprime la mirada como otra vertiente creativa. Hay en la obra que conozco de Blas González de la Fuente, lo que considero una enriquecedora sintonía entre el verso y la prosa. Esas dos facetas de una creatividad ciertamente productiva y bella, que se contagia como un bien frondoso y da a su narrativa una tonalidad lírica y a su poesía un elocuente sustrato de lo que suele llamarse cantar contando. Su obra ofrece así, si no me equivoco y aprecio en lo que se merece, esa uni