Esta obra trata de explicar por qué, a medida que el progreso técnico se acelera, vivimos cada vez peor; por qué, a medida que los avances científicos se multiplican, el desempleo estructural no deja de crecer y las crisis económicas se hacen más intensas y recurrentes. Con frecuencia, muchos analistas críticos o ?de izquierdas? intentan explicar esta aparente paradoja como una cuestión de voluntades. Por un lado, se encontrarían los ricos, la derecha, en definitiva los «malos» de la película, sedientos de beneficios rápidos y cuantiosos, y capaces de cualquier cosa para lograrlos. Por otro lado, estaría el pueblo, la izquierda, los «buenos» por naturaleza. Con este diagnóstico, es muy seductora la tentación de pensar que si mandasen los «buenos» en lugar de los «malos» las cosas cambiarían a mejor. Pero no cambiarán. Esta es una de las tesis que orientan este ensayo: no es posible que las cosas cambien si antes no comprendemos que los problemas obedecen a una lucha más profunda, estructural, donde las personas están condicionadas por categorías abstractas que pautan su comportamiento. Sin embargo, no es e